domingo, 21 de febrero de 2016

D.O.P. Cebollas Fuetes de Ebro – La vida en capas


Como si fuesen distintos niveles de nuestra piel, durante nuestra vida vamos adquiriendo capas concéntricas formadas por las personas que nos rodean, por los sentimientos que nos despiertan y por la facilidad con que éstos calan hasta nuestra alma que estaría situada en el núcleo.


La Familia, ascendente o descendente, la pareja, los amigos, los de toda la vida y los que están de paso; compañeros de trabajo con los que establecemos relaciones muy estrechas pero que se disuelven en la mayoría de los casos tan pronto como se cambia de empresa. Y por último, esa nube de conocidos que llenan todos esos huecos cuando compramos el pan, charlamos con los vecinos o nos sirven nuestro aperitivo en el bar de la esquina. Todos nos importan, claro que sí, pero cada cual en su nivel.

En este orden de nuestra propia cosmología, cada capa tiene asignada unos valores más o menos claros que permiten a las emociones llegar con mayor o menor facilidad a calar hasta el centro. De manera excepcional y puntual solemos conceder ciertos beneficios a una persona o a un grupo durante un periodo de nuestra vida, sin ir más lejos, durante la adolescencia el nivel de referencia se fija indiscutiblemente en la capa de la amistad, dando por certero y eterno emociones que desaparecen en muchos casos con la misma rapidez con que se sale de tan perturbado trance. Pero el tiempo, que todo lo deja en su lugar, suele ser certero en su organigrama.

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Bajo este simbolismo, concéntrico y organizado, se ha llevado a lo largo de la historia a la demonización o deidad de una hortaliza tan inocente, humilde y grandiosa como la cebolla, así en el antiguo Egipto al crecer ésta según los ciclos lunares, se la relacionaba con lo oscuro, con la muerte (el sol, Ra, era la vida, la luz), mientras que para los aristotélicos representaba el orden del universo en su geocéntrica concepción. Con esta dualidad tan dispar, la cebolla puede hacer llorar o servir como potente afrodisíaco, para todos los gustos hay, claro que, no todas las cebollas son iguales.

En las riberas de los ríos Ginel y Ebro a su paso por el municipio zaragozano de Fuentes de Ebro, se cultiva desde tiempos romanos la única cebolla reconocida, valorada y distinguida con una Denominación de origen Protegida (D.O.P.) conocida como Cebolla de Fuentes de Ebro. Desde 2010, está distinción pone de manifiesto las cualidades singulares de un alimento indispensable en nuestra cocina.


Blanca, sin apenas coloración en las capas exteriores, sus principales cualidades radican en su sabor suave, dulce, sin apenas picor, ideal para comerla en crudo sin los inconvenientes del retrogusto. Su bajo nivel en azufre elimina el lagrimeo o irritación de los ojos durante la manipulación y su alto contenido de agua le aporta suavidad y ternura.

Desde junio a diciembre, único periodo del año en que se comercializan, es fácil reconocerla por el logotipo o etiqueta que identifica al Consejo Regulador y que de forma obligatoria acompaña cada unidad. Temprana o seca se encuentran con facilidad en las principales cadenas de supermercados nacionales, así como también en las fruterías independientes. Seis municipios conforman un total de 150 hectáreas que cada temporada se dedican a la producción de casi 7000 toneladas.

Hablar de todos los beneficios que aporta su consumo regular y la importancia de su sabor en la mayoría de platos nacionales, es sin duda conocido por todos, así que solo un par de apuntes: expectorante y contra la tos, mejora el sistema circulatorio y previene enfermedades de la próstata y los riñones. En la cocina es un ingrediente básico en ensaladas y sofritos. En los últimos años, la cebolla caramelizada ha conquistado estándares de máxima calidad y ha acompañado los platos más suculentos elaborados en las más prestigiosas cocinas.


Disfruta del vídeo que he seleccionado:








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