Ver trabajar a un profesional es
siempre motivo de admiración, la soltura con la que un pianista toca las teclas
de su piano o un carpintero extrae de la madera la forma que precisa, lleva
escondido años de dedicación que pueden pasar casi desapercibido en esa mágica
ilusión que hace que su trabajo parezca fácil de imitar.
Todos tenemos nuestros pequeños
trucos en el día a día que nos facilitan nuestra tarea y marcan ese punto que
distingue al aficionando del que se gana la vida con ello. La experiencia es un
grado que a menudo se ve reflejado al culminar una obra profesional por la que
siempre habrá alguien dispuesto a pagar lo que vale.
Cuando se trata de cocinar,
buscar los mejores ingredientes en sin duda el punto de partida. Lo siguiente
sería conocer todos sus potenciales para poder sacar todo el sabor, conocer el
tiempo que necesitan al fuego y todas las combinaciones para crear esa receta
redonda que justo al probarla nos hace cerrar los ojos como si nuestros
sentidos hubieran quedado completamente desbordados y fuese necesario eliminar
todo lo demás. Para eso, en el mundo de la cocina y las destilerías han contado
desde siempre con un gran aliado que a veces pudiera parecer que pasa
desapercibido, pero no es así.
El cobre ha estado presente en la
sociedad humana desde tiempos prehistóricos. Fue uno de los primeros metales
utilizados por el hombre. En ornamentación, calderería, monedas, cañones o
cables eléctricos; su importancia como recurso estratégico ha ido renovándose
con el paso de los tiempos.
Su gran conductividad térmica
junto con su rojizo brillo, ha sido sin duda parte de su éxito y merecida
reputación. En época romana fueron ya bien conocidas las ventajas de su uso en
las cocinas. Las sartenes, cazos y cacerolas de cobre; distribuyen
perfectamente el calor por toda su superficie, ésto hace que los alimentos no
se peguen o se quemen en el fondo y contribuye a una perfecta cocción de los
mismos, realzando los sabores y colores.
Si bien una de sus mayores
desventajas en principio pudiera parecer su elevado precio; los profesionales
no dudan en su uso cuando la excelencia está por encima de todo. Por eso, es
frecuente encontrarlo en las cocinas de muchos restaurantes, cocederos de
marisco y destilerías.
El alambique de cobre es siempre el punto de partida para un destilado de calidad superior. Cuando las materias primas y el saber hacer han alcanzado su máximo exponente, el cobre marca la diferencia de calidad que hace destacar un producto sobre todos los demás
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