Está lloviendo mucho en las
últimas semanas. Soy de los que piensa que el año es muy largo y debe de haber
lugar para todo. En estos fines de semanas en los que el tiempo invita a
quedarse en casa yo encuentro todo un remanso de paz perfecto para hacer mil
cosas dentro del hogar. Son tardes perfectas para leer, escribir o jugar al
parchís, pero sobre todo, lo que más me llena es pasarme las horas en la cocina
preparando lo primero que se me ocurra y tirando de todo lo que voy encontrando
por la despensa.
Pan con semillas, galletas, un
flan de huevo bien horneado, bizcochos, todo cabe en estas tardes en las que no
deja de llover para llenar la casa con olores que dejaran un recuerdo
imborrable en nuestra memoria, pero sobre todo, lo que más me gusta, es
disfrutar del placer de cocinar a fuego muy lento, para que el tiempo deje
también su sabor y sea ese ingrediente secreto imposible de rastrear. Mi
secreto.
Con todo el tiempo del mundo, me
encanta preparar platos bien condimentados, de esos que hay que dejar reposar
24 horas para después cocinarlos al día siguiente. Adobos, marinados, macerados
en mieles, vinos o licores... ...cuando el tiempo sobra hay que saber atraparlo
y yo lo hago con esas recetas llenas de clavo, tomillo, orégano o pimentón.
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En las tierras altas del noreste
de Cáceres, una naturaleza exuberante se extiende por las faldas de la Sierra
de Gredos, en la comarca de La Vera, privilegiada por las brisas de montañas y
valles, se cultiva el Pimentón de la Vera con su Denominación de Origen
Protegida desde 2005.
Rebosante de naturaleza, sabor y
color, la historia del Pimentón de la Vera se remonta al siglo XVI en el que
fue introducido en la comarca por los monjes jerónimos del Monasterio de Yuste,
que supieron ver y apreciar la calidad de la tierra y el clima de la zona para
el cultivo de tan preciada especia. Desde ese momento, poco a poco, la
sabiduría de su elaboración iría traspasando las religiosas tapias hasta llegar
al pueblo, siendo a día de hoy y desde hace mucho unas de las principales
fuentes de cultura y riqueza de sus habitantes.
Dulce, agridulce o picante,
elaborado con las variedades Bola, Jaranda, Jariza y Jeromín, el sabor propio
de la marca viene determinado por el natural proceso de secado a base de leña
de encina y roble que le confiere no solo paladar, sino también un aroma
ahumado y un brillo característico que marca la diferencia de calidad apreciada
en la alta cocina.
La buena cocina española sabe sacar en provecho todas las altas cualidades de esta especia en multitud de
chacinas, embutidos, sobrasadas y platos llenos de un sabor característico de
nuestra tierra, no en vano, conocido en algunos círculos como la pimienta
española, basta espolvorear una pizca sobre unas patatas fritas para obtener un
sabor nuevo e intenso. Platos tan nuestros como el pulpo a la gallega entre
otros muchos, deben gran parte de su sabor y reputación a la mágica presencia
de este ingrediente.
La magia de las especias está en
el matiz, dar mucho con tan solo una pizca, toda una idea cono tan solo una
palabra.
Disfruta del vídeo que he seleccionado:
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